Existen múltiples definiciones de
drogodependencia, entre ellas podemos citar la de la
Organización Mundial de la Salud, que la considera un
"estado psíquico y a veces físico, resultante de
la interacción de un organismo vivo y una droga,
caracterizado por un conjunto de respuestas de
comportamiento que incluyen la compulsión a consumir la
sustancia de forma continuada con el fin de
experimentar efectos psíquicos o en ocasiones evita la
sensación desagradable que su falta ocasiona.",
OMS, 1964. Por su parte, el Manual Diagnostico y Estadístico de
los Trastornos Mentales (DSM-IV) considera la
drogodependencia como "una categoría diagnóstica
que se observa por la presencia de signos y síntomas
cognitivos, conductuales y fisiológicos que señalan que
el individuo ha perdido el control del uso de
sustancias psicoactivas y las sigue consumiendo a pesar
de las consecuencias negativas" pasando a
enumerar los criterios para establecer el diagnóstico
de dependencia de sustancia por la presencia de signos
por un período continuado de doce meses:
- Tolerancia.
- Abstinencia
- La sustancia es consumida por un periodo mayor de
lo que se pretendía
- Existencia de un deseo persistente o esfuerzos
infructuosos de controlar o interrumpir el
consumo.
- Empleo de mucho tiempo en actividades
relacionadas con la obtención de la sustancia.
- Reducción de importantes actividades sociales,
laborales, recreativas debido al consumo.
- Consumo a pesar de tener conciencia de problemas
psicológicos o físicos recidivantes o persistentes
que parecen causados o exacerbados por el
consumo.
La presencia de tres de estos
síntomas durante un periodo mínimo de un mes permite
efectuar el diagnóstico de dependencia de sustancias.
Ambas definiciones abordan la cuestión descriptiva del
consumo, ese es en todo caso objetivo de dichas
definiciones.
Al igual que ocurre con otros
trastornos relacionados con sustancias, la adicción se
acompaña a menudo de otros trastornos psiquiátricos,
unos siguen al inicio del consumo adictivo, como los
trastornos del estado de ánimo, y consumo de alcohol,
otros parecen ser previos como trastornos de ansiedad,
trastorno de la personalidad, déficit de atención. Los
estudios clínicos sobre comorbilidad señalan que los
trastornos más frecuentes asociados son:
- Trastorno depresivo mayor;
- Trastornos bipolar tipo II;
- Trastorno ciclotímico;
- Trastornos de ansiedad;
- Trastorno antisocial de la personalidad.
Con lo cual hay un momento «previo»
a la adicción, y unos efectos producto de ella, tal
como lo reflejan los manuales DSM-IV.
La presentación simultanea de
patología psíquica y adictiva, que interactúan
modificando el curso y evolución de cada una de ellas,
es lo que se denomina Patología Dual,
donde tanto la patología psiquiátrica como la adictiva
pueden ser causa o resultado de la otra.
Cocaína:
Este alcaloide se aisló por primera
vez en 1859 por Albert Niemann y se utilizó por
primera vez como analgésico local en 1880, en 1914 se
lo clasificó en el grupo de los narcóticos junto a la
heroína y la morfina, debido a su potencial adictivo y
a sus efectos nocivos. La primera epidemia de consumo
de cocaína tuvo lugar en Europa entre 1886 y 1891 y en
EEUU entre 1921 y 1929, actualmente el consumo de
cocaína está en expansión día a día.
La cocaína tiene dos acciones
farmacológicas, como anestésico local y como
estimulante del Sistema Nervioso Central y una vida
media corta, esto hace que su efecto euforizante sea
breve y vaya seguido de un estado de disforia muy
desagradable, que contrasta con la sensación de
bienestar que antes produjo, intensificado a ésta, lo
que conduce a una administración reiterada y frecuente.
Una vez establecida la dependencia, se observan cambios
de conducta y psicológicos como irritación, depresión,
anhedonia, aislamiento social, pérdida de energía,
alteraciones de la atención, disfunciones sexuales e
ideas paranoides.
Intervenciones
interrogadas:
Toda intervención clínica estará
relacionado con la concepción que se tenga del concepto
de salud y enfermedad, esto implica que las estrategias
de abordaje terapéutico nunca van separadas de los
presupuestos conceptúales que se sostengan.
Existe un concepto de salud que
descansa sobre la necesidad de dar una solución
práctica y rápida a la enfermedad; por su parte, otros
enfoques y modelos de pensamiento clínico, y
centrándonos ya en las toxicomanías, buscan restituir
al sujeto toxicómano, al paciente, un lugar a la
subjetividad destituida, esto es "dar la
palabra" al sujeto, posición sostenida en la
propuesta hipocrática de establecer el diálogo clínico,
que implica la "construcción" entre médico
y paciente del diagnostico a través de la escucha y la
circulación de la palabra que, en el caso de los
pacientes toxicómanos, se interrumpió o no se produjo
nunca. Los recursos anestésicos, lenitivos,
estandarizados, que en un principio calman o alivian el
dolor psíquico o físico, no permiten por sí solos esta
restitución de la subjetividad, no contemplan la
singularidad del caso por caso.
Toxicomanía:
¿Estructura o síntoma?
Ningún grupo o estrato social es
exclusivo de las adicciones: las clases bajas
"recurren" a ella por la falta de
contención social y futuro, los que están
"fuera" del sistema, tienen que anestesiar
el dolor de una no-existencia. las clases altas por la
"búsqueda de emociones". El consumo
adictivo de drogas viene a interrogar a los diferentes
discursos y saberes científicos: al jurídico, al de la
medicina, a la sociología, etc. En la búsqueda de
desinhibición, estimulación en pro de la eficacia que
exige el discurso social imperante: rendimiento en los
juegos olímpicos, en la fábrica, en la bolsa, etc. en
una búsqueda de "placer" y
"rendimiento" con el mínimo esfuerzo,
producción de riqueza o plusvalía sin trabajo, sin
esfuerzo, al modo del especulador inmobiliario que
espeta: "esto se revaloriza", beneficio sin
producción, sin previo trabajo.
Con el (ab)uso de sustancias se
intenta transgredir o modificar un estado de ánimo o la
realidad percibida.
Algunos autores observan como los
pacientes adultos, quedan de alguna manera
"fijados" a la edad en que comenzaron el
consumo, observable a través de estados de provocación
infantiles o búsqueda de complicidad, como se puede
observar, en el consumo de cocaína en los baños
públicos, donde surge una espontánea, aparente e
"intensa" amistad en un intento de
"compartir" que dura hasta el momento en
que amanece.
La cuestión del diagnostico
diferencial es muy delicada, ya que aparece la
problemática de la organicidad como efecto del consumo,
al producir el mismo trastornos mentales funcionales,
como pueden ser una pseudo-perversión por la
desinhibición que provoca la sustancia, hasta una
cuasi-psicosis, ataques de pánico, etc., estos es que
las drogas pueden producir ciertos efectos propios de
cuadros como la psicosis, como son alucinaciones
auditivas, visuales, etc. O situaciones donde el sujeto
presente una pérdida de la realidad producto de un
proceso psíquico previo y utilice la droga para
atribuir a ésta dichas sensaciones.
Algunos enfoques médicos y
sociales, que trabajan sobre la parte observable,
fenomenológica de la drogodependencia, al no considerar
el concepto de inconsciente rápidamente asocian el
habito de consumo a una estructura en sí, y otros
enfoques desde modelos psicodinámicos la contemplan
como síntoma complejo, dentro las neurosis.
Otras propuestas clínicas observan
la drogadicción como una enfermedad en si misma, donde
no consumir equivale a estar curado, equiparando de
esta manera lo psíquico con lo observable, la conducta;
este punto de vista sería difícil sostener cuando se
producen recaídas, este enfoque puede llevar a que las
intervenciones terapéuticas (desintoxicación, metadona,
fármacos) se sitúen en el mismo plano que la
sintomatología que presenta en el sujeto, como por
ejemplo sucede con la ingesta de antidepresivos, donde
el psicofármaco ataca al síntoma, con lo cual aquel
pasa a formar parte de la patología, si el sujeto no
toma el antidepresivo, "se deprimirá".
Para Bergeret, no existe ninguna
estructura especifica profunda de la adicción. Esta es,
en el régimen económico latente, una tentativa de
defensa y de regulación contra las deficiencias.
Encontrando signos semejantes en las toxicomanías y en
los estados límites (borderline):
- Angustia.
- Depresión.
- Sentimientos de vacío
- Pasajes al acto: gestos autolíticos,
autoagresiones.
- Conductas antisociales
- Estados psiquiátricos confusionales.
Para Rádo, la base de la
drogadicción es una "tensa depresión"
inicial, marcada por una tensión dolorosa y al mismo
tiempo un alto grado de intolerancia al dolor. Esto
sensibiliza al sujeto al efecto farmacógeno placentero,
de modo que en el uso de la droga se halla un notable
alivio, apaciguando o previniendo el dolor, produciendo
euforia y estimulación, sirviendo al principio del
placer. Las drogas, en este caso la cocaína, causan una
inflación sin valor del narcisismo e impiden a su vez
percatarse del progreso de ala autodestrucción por que
la elación ha reactivado la creencia narcisística del
sujeto de su invulnerabilidad e inmortalidad.
Destacando los aspectos maniacos del consumo, la droga
es empleada como una defensa permanente contra el
dolor.
Simmel concuerda con Rado, Clark y
otros en destacar la relación de la adicción con la
depresión, subrayando el carácter maniaco de la
adicción, perspectiva que comparte con Freud, Abraham y
Rado.
Aunque se propone que no hay
estructuras especificas de las diferentes adicciones,
si se contemplan un estatuto jurídico y efectos
neurofisiológicos diferentes para cada sustancia.
¿Adicción o
Toxicomanía?
Joyce Mc Dougall considera más
pertinente el término toxicomanía", que sugiere
que el sujeto busca hacerse daño y envenenarse a través
de un tóxico, ya que la adicción expresaría el modo
fantasmático de esa búsqueda, así como la dimensión
económica y compulsiva del acto adictivo. Entre los comportamientos
adictivos (drogas, alcohol, tabaco, comida, etc.), se
observan características comunes:
- Compulsión.
- Mantenimiento de ese comportamiento a pesar de
las consecuencias
- Preocupaciones obsesivas sobre dicho
comportamiento.
Adolescencia y fuga
paradójica:
Teorías que intentan dar cuenta del
fenómeno plantean que las carencias o excesos en su
función de holding" -contención- materna,
puede distorsionar el "desarrollo afectivo
primario del niño (Winnicott) con el riesgo de
crear una imposible etapa de individuación-separación
(Mahler), generando en el caso del exceso de
cuidados, una dependencia al objeto primario, que
pueden desembocar en la creación de neo-necesidades,
"preludios de la dependencia adictiva", de
esta manera el objeto de adicción pasa a ser un
sustituto del objeto de la necesidad, que no va a
permitir nunca reencontrar el objeto sexual primario,
el objeto de deseo que no ha podido constituirse en
objeto perdido.
El objeto de adicción,
"pharmacon", distorsiona el objeto de la
necesidad con el del deseo, confunde ambos. Este
enfoque confronta a la adicción con la falta, el vacío
a colmar, a través de la comida, el alcohol, la droga,
etc. que lanza a una búsqueda repetitiva de una
"satisfacción" que solo tiene un efecto
provisorio que relanza la insatisfacción. De esta
manera el fenómeno adictivo puede ser considerado en
sus relaciones con la depresión, la pérdida y la
falta.
El adicto convierte un objeto, a
priori de placer, en un objeto de necesidad, creyendo
maníacamente a su vez que toda necesidad puede ser
satisfecha. Por tanto la adicción, la patología
observable, encubriría otra más profunda, un conflicto
psíquico, que si no es contemplado, aumentará la
posibilidad de reincidir, por lo cual un tratamiento
"moral " del tipo DROGAS NO, ALCOHOL NO,
etc. no contemplaría el nivel del deseo psíquico del
sujeto.
Cualquier objeto puede generar
adicción, ya que ésta no depende de aquel sino del
sujeto y sus vicisitudes.
Entendemos que la conducta, el
hábito adictivo, tiene un lado, no observable que pasa
desapercibido en ocasiones para la mirada médica y
social.
J. Mc Dougall, define la adicción
como un ACTO-SINTOMA que forma parte de "toda la
artillería defensiva de todo individuo", defensas
masivas contra las angustias narcisistas y psicóticas,
traduciendo en acto las pulsiones, fantasmas y deseos,
a fin de evitar las ideas y mociones conflictivas y
penosas que corren el riesgo de emerger.
Esta autora contempla el objeto de
adicción como sustituto de la madre interna (ya que
ésta faltaría en el mundo interior del adicto) y
sugiere una mala construcción del espacio y objetos
transicionales (Winnicott), necesarias para la
constitución del sujeto.
Si el objeto transicional es una
creación del niño, por vía de la introyección y luego
de la identificación, los objetos de adicción serian
transitorios; siempre a ser recreados, porque siempre
están fuera: cuando el espacio y el objeto transicional
resultan trabados por el entorno y por los problemas
inconscientes de los padres, el niño puede recurrir al
clivaje, potencialidad adictiva con enganche a un
objeto transitorio: una droga, la comida, etc.
Así en la constitución del sujeto
psíquico algo falló y quedó de esta manera indefenso
ante un objeto -la droga- que lo hace su esclavo.
El sujeto adicto necesita ser "nombrado",
no "rehabilitado", en todo caso
"habilitado" como sujeto psíquico que
reconozca que no todo se puede tener, que habrá siempre
una privación, un limite, una imposibilidad.
Para el toxicómano no hay
postergación ni sustitución posibles, la satisfacción
que demanda no admite otra opción. En el camino de la búsqueda de
la felicidad y evitación del sufrimiento, el sujeto,
nos dice Freud contempla tres tipos de lenitivos:
- Poderosas distracciones que le hagan apaciguar un
poco sus miserias
- Satisfacciones sustitutivas que las reduzcan como
puede ser a través del arte y la ciencia.
- Sustancias embriagadoras que nos vuelvan
insensibles a ellas.
Uno de los fenómenos más
significativos en las adicciones, es la impotencia del
hombre y la promiscuidad de la mujer, lo que pone de
manifiesto que la castración deja de ser simbólica,
pasando a ser real. En el consumo de cocaína es común
escuchar que se pone "unas rayas para tener más
sexo", como si quisiera decir que se droga para
tener unas relaciones que en realidad no quería tener
-no hay deseo previo-
El sujeto adicto juega con el
objeto, cree que puede controlar el consumo, entrar y
salir cuando quiera de él. La drogadicción para algunos
sujetos parece darle forma a su existencia, de
relacionarse con lo que le rodea, con un cuerpo físico
que a veces se lleva como ajeno.
En algunos adolescentes se observan
intentos emancipatorios -fuga paradójica- de las
pautas y valores que representa su familia,
desconectándose en un intento de situarse en un lugar
inaccesible al gobierno del otro, a modo de defensa,
donde la droga le permite sostener su acto
emancipatorio, ejerciendo un dominio sobre la escena
familiar, confrontando a los miembros con sus propios
límites al no poder contener estos la situación, lo que
lleva en ocasiones a la familia a justificar su
impotencia en factores externos como la propia droga,
el entorno, la enfermedad del adicto, etc.
Ahora bien, ¿qué sería lo que
imposibilita a un sujeto, a ese joven demandar a través
de un camino diferente del de la intoxicación?. Algo
está impedido en el decir, en la palabra, indecible
para él y para su entorno, y surge otro interrogante:
¿por qué la droga es el objeto de elección y no
otro?
En la imposibilidad de responder a
la situación, en la familia surgen temores del tipo
represión policial, muerte por sobredosis del adicto,
etc., temores próximos a deseos reprimidos ante un
fenómeno que no controlan.
El objeto, la droga viene a dar una
identidad de poder al consumidor, que confirma en el
temor y la angustia del grupo familiar ante lo que
pudiera suceder, "poder" que enmascara la
impotencia de ser. La droga aporta al sujeto un nombre,
una identidad -clínico-social- como
"toxicómano", a la que se aferra ya que de
alguna manera le aporta el beneficio
-cortocircuito- de un lugar frente al
reconocimiento del otro y a su falta en ser.
La sustancia, la droga, no es sólo
un tóxico, es un significante, una palabra, como un
intento de dar respuesta a un interrogante, respuesta
precaria, a una pregunta que no puede ser formulada.
En cuanto a la prevención como
acción comunitaria, una prevención orientada al objeto,
a la propia sustancia, situado entre el
saber médico, de las
consecuencias del consumo, del tráfico y tenencia,
lo jurídico y lo
social dentro del marco de la
responsabilidad, "decisión" y elección del
sujeto, no contempla la
subjetividad, lo no inscripto en el
sujeto psíquico, que finalmente "elige" esa
vía, la del consumo. |